miércoles, octubre 23, 2024

La Escuela Militar el año 1978

 

Escuela Militar y el conflicto del 1978.

Gonzalo Valdés Lufi*


Fotografía Nº1

Frente San Gregorio 1978, uno de los lugares

de maniobras frente a Punta Arenas



Fotografía Nº2

Promoción 1978 de la Escuela Militar, en visita al Edificio Ejército Bicentenario

respondiendo a una invitación del entonces Comandante en Jefe del Ejército,

 General Humberto Oviedo A., (curso militar 1978)

 

En el conflicto del Canal Beagle, que se desarrolló el año 1978, la Escuela Militar como instituto matriz, y como cuartel no estuvo exento de ver alterada su normal formación educacional. Se modificaron los planes de las asignaturas para reforzar todas las materias sobre el combate y la sobrevivencia en un ambiente hostil como lo es la guerra, había que finalizar y cerrar tempranamente el año académico, para tener disponibles a los comandantes de pelotón.

 

Así lo relata, un testimonio de un joven oficial que egresó, para partir a las trincheras:

 

“Cuenta un oficial del arma de Blindados, recién egresado de la Escuela Militar, que formó parte del grupo de 42 subtenientes que llegaron destinados a Punta Arenas en los momentos más difíciles de la crisis:

La tensión en Punta Arenas dominaba el ambiente. Se aproximaba la Navidad, pero por sobre el ambiente propio de la fecha primaban los preparativos para una guerra que parecía estar pronto a desencadenarse.

 

Al iniciarse la tarde del lunes 18 de diciembre de 1978, arribamos a la ciudad un grupo de los oficiales recién egresados de la Escuela Militar. No hubo recepción oficial ni nada que se le pareciera, lo que rompía una tradición en el Ejército. Solo un bus institucional cuyo conductor constituía el enlace para recibir a los cuarenta y dos subtenientes que en ese momento se incorporaban a la V División de Ejército, junto a un teniente del arma de Ingenieros con el que habíamos compartido el vuelo comercial.

 

Retirado el equipaje, que incluía el armamento y el equipo que les permitiría integrarse de inmediato a sus funciones, fuimos trasladados hasta el cuartel general divisionario, donde además de las presentaciones de rigor, nos fue entregada una completa descripción de la situación que se vivía, junto a una serie de consejos prácticos sobre la región, su clima y las opciones de sobrevivencia en casos extremos.

 

Pronto comenzaría el despliegue a las Unidades: unos a Puerto Natales, otros a Tierra del Fuego; los más, hacia órganos de maniobra en el frente de Punta Arenas.

 

Tras algunas horas de tedioso viaje en un camión militar, diez subtenientes de Regimiento Blindado Nº5 arribamos al cuartel general de la Brigada O’Higgins, como refuerzos para las unidades que su regimiento había movilizado en el frente. Pronto serían trasbordados a los vehículos que los transportarían hasta las posiciones de sus unidades.

 

El ambiente representaba lo que en la teoría tantas veces se había revisado. Un cuartel general desplegado, medios de defensa antiaérea, un área de servicios en las proximidades, todo mimetizado y bajo estrictas medidas de seguridad, incluyendo una unidad de policía militar conformada por carabineros, que ejercía el control de la zona de retaguardia de la brigada, como Policía Militar.

 

En breve tiempo, un mimetizado camión Unimog iniciaba la marcha hacia el sector del frente. Algunos minutos más tarde, la monotonía del viaje fue abruptamente quebrantada por el vuelo rasante de dos aviones A-37 de la Fuerza Aérea. Al observarlos en completo orden de batalla, con las alas cargadas de bombas y estanques auxiliares, nos quedó aún más clara la situación que se vivía. Estábamos, sin saberlo, a pocos kilómetros de la guerra. Ya no había ocasión para volver atrás; todo era ir hacia adelante: llegar a la unidad asignada, orientarse sobre la misión, conocer al personal, compenetrarse de los preparativos; en fin, sumarse a un esfuerzo de defensa de la soberanía nacional que exigía lo mejor de cada uno de nosotros.

 

Atrás habían quedado años de preparación y había que aprestarse para cumplir la misión encomendada. Había llegado la hora de la verdad…para la que habíamos estudiado y entrenado, por lo que cada uno de nosotros nos sentíamos motivamos y en plenas condiciones de servir a la patria.”

 

Testimonio Anónimo

 

 

Fuente: 1978 - Ejército en las Trincheras - Cuaderno para el Estudio de la Historia Militar Nº3 Academia de Historia Militar

 

*Gonzalo Valdés Lufi, Oficial de Reserva Ejército, Ingeniero en Administración de Empresas mención Personal, Diplomado en Seguridad Internacional y Estudios Estratégicos Academia de Guerra (ACAGUE) – Universidad de Chile.

 


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